Los Adolescentes y la Toxicomanía
La adolescencia es la etapa con mayor riesgo para iniciar el consumo de sustancias
En la adolescencia acontecen muchos cambios de una manera torrencial. El adolescente abandona el pensamiento concreto del niño y comienza a desarrollar el pensamiento abstracto y flexible del adulto. Experimenta enormes cambios en su anatomía y fisiología. Pero su mayor encrucijada es la ambivalencia que siente entre prolongar su infancia y obedecer al imperativo de dejar atrás las necesidades de dependencia infantiles. Esto es, en su dificultad para optar por una identidad adulta, propia e independiente.
El adolescente lucha contra sus padres y demás figuras de autoridad, pues proyecta sobre ellos sus propias necesidades de dependencia. Opta por pensar que ellos quieren que siga siendo un niño pequeño, porque no puede aceptar que sea él quien realmente tema las consecuencias de dejar de ser un niño. Esto genera una alternancia entre ataques y estados de sometimiento frente a los padres. Normalmente, los progenitores muestran perplejidad y reaccionan con hostilidad a dichos ataques, lo que ayuda a contaminar la relación con su hijo y cierra un círculo de irracionalidad que perjudica a ambos. No es sencillo ver que tales ataques no son más que una representación externa de los conflictos internos del adolescente.
La adolescencia es una etapa emocionalmente caótica en la que el sujeto necesita llevar a cabo una profunda reorientación de su interior y de sus patrones de relación interpersonal sin contar, en cambio, con un modelo claro. Por eso, emplea el método de ensayo-error y busca nuevas identificaciones y alianzas indestructibles con sus compañeros que validen sus elecciones y cambios y le provean, a la vez, de unos sentimientos de invulnerabilidad y omnipotencia que le permitan ocultar ante su conciencia su terrible fragilidad e inseguridad. Es lo que hace que incurra en conductas y busque constantemente nuevas sensaciones sin evaluar, en cambio, adecuadamente los riesgos en los que incurre.
Debemos destacar que la elevada incidencia encontrada de varios trastornos psiquiátricos (trastornos afectivos con ideación suicida, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, Trastornos por Ansiedad y Trastornos de Conducta esencialmente) en adolescentes que abusan o dependen de tóxicos. Todos los cambios que se experimentan en esta etapa de la vida aumentan la vulnerabilidad frente al Estrés, la frustración y la Ansiedad. Estos hechos promueven el uso de sustancias a modo de automedicaciones ensayadas al azar, pero finalmente seleccionadas por su experiencia emocional. Así, después de probar el efecto de distintos tóxicos, el fóbico optará probablemente por el alcohol, el ansioso por el cannabis, el depresivo o el hiperactivo por los psicoestimulantes o el agresivo o el pasivo dependiente de los opiáceos.
Es evidente que el uso de estas sustancias aleja al adolescente de la resolución real de su conflicto, promueven su fracaso escolar, provocan su descarrilamiento personal y le introducen en circuitos de marginalidad que, eventualmente, le llevan hasta la delincuencia.
Con los adolescentes debemos esforzarnos en entender qué hay detrás del problema aparente que presentan y formular una solución ajustada y comprensiva al problema real subyacente. No es suficiente con etiquetar al adolescente consumidor con un código y aplicarle un tratamiento estándar. Es demasiado lo que está en juego y escaso el tiempo que tenemos para actuar. Una vez que la conducta se consolida, es mucho más difícil promover un cambio.
Una intervención acertada a tiempo puede reorientar una trayectoria errada y evitar la destrucción de la vida futura del adolescente y de su familia. Por el contrario, un error o una dilación en el tratamiento pueden tener consecuencias catastróficas.