Toxina Botulínica en Neurología
La Toxina Botulínica es un veneno muy potente producido por una bacteria
Más allá de la cirugía estética
El uso estético de esta sustancia es el más conocido entre la sociedad actual. Sin embargo, esta percepción está muy lejos de la realidad. Los Oftalmólogos fueron los primeros en emplear la Toxina Botulínica para mejorar el estrabismo. Después los Neurólogos empezaron a utilizarla para tratar determinados trastornos del movimiento como las Distonías en brazos y piernas y, posteriormente en pacientes con Espasticidad. La Medicina Estética fue la tercera en llegar.
La realidad es que la Toxina Botulínica es una terapia médica y su uso en Medicina Estética es bastante menos frecuente que el usado en Neurología. Por un lado, porque se utiliza muy poca cantidad, ya que en cada sesión de Neurología se emplean entre 100 y 200 unidades de la sustancia frente a las 50 unidades que se utilizan en Cirugía Plástica. Por otro lado, porque el mayor volumen de tratamientos mediante Toxina Botulínica se da para tratar Enfermedades Neurológicas.
Individualizar el tratamiento
Aunque existen protocolos de actuación, se debe individualizar el tratamiento en función de cada paciente. No toda espasticidad es igual, no todo el aumento del tono muscular es igual ni cada Migraña se manifiesta del mismo modo. Por ello es responsabilidad del Neurólogo desarrollar un tratamiento personalizado.
En un tratamiento mediante Toxina Botulínica se rompe la unión entre el nervio y el músculo produciendo una debilidad en este último. De manera que cuando se aplica en el músculo adecuado la patología concreta mejora mucho.
Normalmente la Toxina Botulínica se emplea en un tratamiento repetitivo durante un periodo de tiempo determinado, hasta que el músculo vuelve a restablecer su función normal, o bien hasta que no hay posibilidad de reinervación.
Aplicación directa o mediante EMG
A la hora de aplicar la Toxina Botulínica el papel del especialista es muy importante. Sobre todo, debe conocer los músculos y la función del músculo que va a inyectar. Los músculos pueden ser superficiales o profundos. Los superficiales están debajo de la piel y se pueden palpar, de modo que la aplicación de la toxina es directa.
En cambio, los profundos (en la parte posterior del muslo, de la pierna o en algunos músculos del antebrazo) o en personas con un grueso panículo adiposo, es necesario utilizar un electromiografo para detectar la contracción del músculo al que queremos inyectar la toxina. Gracias a esta técnica podemos inyectar la toxina en el músculo adecuado, para que la efectividad del tratamiento sea más alta.
En este campo, el avance más significativo, aparte de que cada vez se conocen más patologías en las que la toxina botulínica pueda utilizarse de manera efectiva, sería el seguimiento de la inyección de la Toxina mediante el control ecográfico para estos músculos profundos.