Violencia: ¿cómo afecta a infancias y adolescencias?
En este artículo se busca analizar los efectos de la violencia en la psique de niños, niñas y adolescentes. Aunque existen distintos tipos y manifestaciones de la violencia, únicamente se abordará la generada intrafamiliarmente y la que está relacionada con la criminalidad, es decir, infancias y adolescencias que escuchan, observan y participan en eventos violentos.
El desarrollo mental y físico del ser humano toma mucho tiempo en madurar y requiere de cuidados constantes y de calidad, responsabilidad que recae en las personas cuidadoras de las infancias. Aplicar límites y castigos es adecuado y necesario para manejar la conducta disruptiva, sin embargo, no se necesita emplear la violencia durante la crianza.
Cuando existen patrones de conducta violenta en los miembros de una familia, el niño o la niña los aprende, se identifica con ellos y los incorpora en el desarrollo de su personalidad hasta llegar a ser una persona violentadora o violentada. Este problema no afecta sólo el desarrollo, sino que se puede manifestar una sintomatología clínica que puede incluir:
- Depresión
- Trastorno de Estrés Postraumático
- Angustia
- Ataques de Pánico
- Fobias
Cuando a este problema se le suma la violencia intrafamiliar externa, es decir, en las calles o en el ambiente social, se convierte en un factor dañino para el desarrollo psicológico de la persona. En este contexto aumenta la desconfianza hacia las personas adultas, así como sentimientos de odio, coraje o venganza.
Por el contrario, cuando existe una integración familiar con comunicación, prácticas de bondad, cariño y fraternidad, se facilita el desarrollo de la auto seguridad en el niño y la niña, así como una protección psicológica ante actos violentos externos.
En el caso de las personas adolescentes ocurre un fenómeno interesante, la violencia externa social las atrae. Esta etapa del desarrollo se caracteriza por posturas opositoras, desafiantes y rebeldes, además, las adolescencias suelen ser impulsivas y a tomar retos fácilmente.
Cuando una persona cuenta con un medio familiar estructurado, los efectos que pudiera causar la violencia externa o social serían mínimos, principalmente se manifestarían sentimientos de enojo, temor, intranquilidad o Insomnio. En la mayoría de estos casos, una intervención terapéutica breve tendría que ser suficiente.
Sin embargo, cuando se trata de hogares desintegrados, la violencia hace que externalicen su agresión mental con la vida social. Lo que se traduce como violencia física, imitar las violencias del padre o de la madre e incluso, imitar a personas adultas violentas que le manipulan.
Es necesario entender que las personas adolescentes aún están en su desarrollo psicológico y físico por lo que no pueden hacerse responsables de sí mismos. Las adolescencias requieren de cuidados, de orientación y de una guía para poder controlar su conducta.
En el caso de las personas que viven en hogares disfuncionales, es necesario que tanto la madre como el padre sean orientados en cómo tratar a una persona en desarrollo, además es preferible que la autoridad social, la policía y los gobiernos se erijan como una autoridad externa que proporcione límites para controlar la agresión que no ha aprendido a controlar.
Por lo tanto, es necesario que exista la presencia de una autoridad externa firme, que existan planes sociales integrales en donde exista orientación a padres y madres, que se generen centros de atención para la salud mental de la infancia o adolescencia y para toda la familia, que existan centros recreativos y de esparcimiento, etc.
Con estas medidas se contribuiría a disminuir las posibilidades de que las infancias y adolescencias se desarrollen como personas adultas violentas.